Querétaro, Qro. 25 de julio de 2019.- Hace muchos años, luego de la conquista de la Gran Tenochtitlán, un indio otomí llamado Conín o Conni, decidió emigrar juntamente con treinta familias y estableció el primer asentamiento en estas tierras, y que por estar ubicado en una gran cañada al oriente de esta ciudad, le llamo Andamaxei (término que en ñhahñu significa el mayor juego de pelota)
Conín por su trato afable, por su generosidad y carisma poco a poco atrajo a los chichimecas y a nuevas familias otomíes a ese lugar, multiplicando sus habitantes. Su fama llegó a San Francisco de Acámbaro, por lo cual el encomendero de esa región don Hernán Pérez de Bocanegra vino a entablar pláticas con él, logrando que aceptara el vasallaje a los españoles y el bautismo, tomando en el sacramento el nombre de Hernando de Tapia, también conocido como Fernando.
Entre las condiciones que pusieron los chichimecas para someterse al yugo español, fue que se hiciera un simulacro de lucha en la que no se utilizarían armas, sino la fuerza y la destreza física.
Al alba del día martes 25 de julio de 1531 se avistaron los dos ejércitos. El de los conquistadores formado por indios otomíes y purépechas, comandado por don Nicolás de San Luis Montañez y don Fernando de Tapia, y el ejército chichimeca por sus capitanes don Lobo y don coyote. Trabóse la batalla en la cual depuestas las armas conforme a lo pactado, los hombres deberían de enfrentarse cuerpo a cuerpo, usando únicamente la fuerza de sus puños y de sus brazos.
Resonaban las cajas y los clarines, y disparaban los que quedaron a la vista, a carga cerrada los fusiles, a lo alto, y con la polvareda que levantan los pies de los combatientes, el humo de la pólvora y las flechas disparadas al viento, y un eclipse de sol que parece haber sobrevenido en ese punto, se oscureció el día de tal manera que se hicieron visibles las estrellas, y la lucha se prolongó sin que uno ni otro bando se rindiera, hasta que aparecieron en lo alto del cielo, una cruz luminosa y el apóstol Santiago sobre brioso corcel. Ante ese prodigio cesó la porfiada refriega y el hecho milagroso causó reverente admiración a los gentiles, quienes abrazaron gustosos la luz del Evangelio.
Desde entonces tomo el nombre de la Loma del Sangremal. Así se tomo posesión de este sitio en nombre de la Majestad Católica, dándosele el nombre de Queréndaro, que después se españolizó como Querétaro.
Durante el siglo XVI, la región que hoy ocupa la ciudad de Santiago de Querétaro era conocida como Tlachco por los mexicas, Queréndaro por los tarascos y Maxei por los hña-hñu.
Los pueblos originarios de esta región continúan hasta el día de hoy llamándole Maxei (mashei), que significa Juego de Pelota.